top of page

El apagón mediático en el toreo: cuando se intenta borrar una voz diferente.

  • Foto del escritor: Imanol Sánchez Vizcor
    Imanol Sánchez Vizcor
  • hace 12 minutos
  • 3 Min. de lectura
ree

En el mundo del toro, donde el silencio del ruedo se convierte en arte y verdad, existe otro silencio, mucho menos noble: el que imponen quienes temen la palabra libre.


Soy Imanol, torero, y he vivido en carne propia ese apagón mediático que pretende hacer desaparecer a quien se sale del guion, a quien no repite las consignas del sector ni acepta las dinámicas impuestas por quienes controlan la comunicación.


Durante años he visto cómo algunos medios especializados, críticos y/o empresarios deciden quién merece existir públicamente y quién debe ser borrado del mapa: “No publiques nada de este que no me interesa que tenga fuerza”, “No lo mencionéis porque no paga publicidad” —porque, hoy, algunos medios parecen más tablones de publicidad que espacios de información—, “Que no aparezca nunca en antena, que vaya desapareciendo de la vida social”, “No difundáis noticias de este torero que podría eclipsar a otro más conveniente”… Nunca lo dicen abiertamente, pero sus actos los delatan: no te llaman, no te nombran, no publican tus declaraciones, no dan espacio a tus logros ni a tus opiniones. Ni si quiera acciones tan importantes como defender al sector en la propia boca del lobo. En otros nichos y foros donde nadie quiere ni se atreve a llegar. Simplemente te apagan.


El apagón mediático en la tauromaquia tiene una crueldad particular. Aquí, la reputación y la visibilidad son esenciales. Sin ellas, un torero deja de existir y por tanto si triunfa su exito queda minimizado al reducto de la plaza, su oportunidad de ser contratado mas veces se minimiza, un aficionado deja de ser escuchado, y un pensamiento crítico o una forma diferente de ser torero y ver el toreo queda condenado a la invisibilidad. No importa cuánto trabajes, cuánto te esfuerces, ni cuánto sepas: si incomodas a quienes mandan, te silencian.


He visto cómo se levantan muros invisibles para que mi voz se propague. Se cierran puertas en los medios del sector, se omite mi nombre en tertulias, se desaconseja hablar de mí. Todo para evitar que mi versión, mis reflexiones o mis críticas, mis aciertos, mis errores, lleguen a quienes podrían pensar por sí mismos. El objetivo es claro: que mi existencia no tenga eco, que mi disidencia no se propague, que mi defensa no se escuche.


Sin embargo, en pleno siglo XXI, el control absoluto de la comunicación ya no es posible. Las redes sociales y la capacidad de crear y difundir contenido por uno mismo han devuelto poder al individuo. En mi caso, esa independencia comunicativa ha sido mi tabla de salvación. He aprendido a gestionar mis propios canales, a construir mi mensaje, a comunicar sin intermediarios. Gracias a ello, no han logrado apagarme del todo.


Porque la verdad, cuando se dice con coherencia, siempre encuentra oídos dispuestos a escuchar. Tambien a criticar, las diferente opiniones, por supuesto son validas. Y aunque algunos intenten cerrar las puertas, hay otros —aficionados, profesionales, compañeros, empresarios y personas honestas dentro y fuera del toreo— que valoran mi trabajo, mi compromiso y mi forma de defender lo que considero justo. Esa minoría silenciosa, pero sincera, mantiene encendida la llama que otros quieren apagar.


No hablo desde el rencor, sino desde la reflexión. Comprendo que en un mundo tan cerrado como el taurino, donde conviven tradición, intereses económicos y lealtades históricas, la discrepancia se perciba como una amenaza. Pero callar a quien piensa, vive o interpreta distinto no protege al toreo: lo debilita. El arte, como la verdad, necesita aire, contraste y debate para mantenerse vivo.


He defendido siempre mi derecho a expresarme con respeto, a analizar lo que considero injusto o incoherente dentro del sector. O incluso, aunque sea muy criticado el derecho a contar cuando te dejan fuera de jna feria faltando el respeto o queriendo ser hirientes. No busco polémica, busco diálogo. No pretendo dividir, sino abrir los ojos a una realidad que muchos prefieren ignorar. El toreo no puede sobrevivir encerrado en su propio eco, repitiendo eternamente las mismas voces y los mismos discursos. Silenciar a un torero por tener criterio propio es un error que se paga caro. Porque cuando se apaga una voz sincera, se empobrece todo el conjunto.


Si el toreo aspira a seguir siendo cultura, arte y verdad, debe empezar por respetar la libertad de quienes lo amamos y lo cuestionamos a la vez. El apagón mediático no es solo una injusticia personal: es un síntoma de miedo. Miedo a la crítica, miedo al cambio, miedo a la transparencia.


Pero por más que intenten silenciarme, mi palabra seguirá viva. Porque he aprendido que el mejor antídoto contra el apagón es la autenticidad, la constancia y la capacidad de comunicar por uno mismo. Y mientras haya un solo aficionado que valore la verdad, mi voz seguirá teniendo sentido.

 
 
 

Comentarios


bottom of page