Lecciones del azar y una parada en Tardienta
- Imanol Sánchez Vizcor
- 18 oct
- 2 Min. de lectura

En las cosas del azar uno siempre acaba encontrando personas que dejan huella. Hace años, alguien me dio una de esas lecciones que se quedan grabadas: en la vida es importante llevar un reloj en la muñeca y conocer gente todos los días. Y qué razón tenía. Nutrirse de las personas, de sus experiencias, sin juzgar su camino, simplemente valorando todo lo positivo que te aportan, es en sí una gran lección personal.
Una de esas personas es mi amigo Lorenzo, hoy uno de los mejores. Curiosamente, no empezó así: fue, durante un tiempo, un buen hater mío en Twitter. Cosas de la vida… Lo que comenzó con comentarios irónicos terminó en una amistad auténtica.

Conociendo mi inquietud por socializar y mi empeño en aprender de cada círculo, Lorenzo me llevó —sin previo aviso y con su habitual entusiasmo— a Tardienta, en la provincia de Huesca. Ingenuo de mí, lo único que conocía de allí era su famosa charanga, por cierto, muy buena. Pero lo que encontré fue mucho más: un rincón gastronómico único, una experiencia recomendable y, sobre todo, la historia de su creador, digna de admiración.
Y allí, en Tardienta, quien realmente ha sumado ha sido Miguel Galino, chef de un asador exclusivo, tanto por su cocina como por su manera de entender el negocio. Pocos comensales, discreción, atención única y género premium. De Tardienta al mundo, y del mundo a los orígenes: así es su propuesta culinaria, toda hecha a la brasa, como antiguamente. Cosas y riquezas de lo rural…
Miguel, con apenas 30 años, tiene una historia admirable. Un día compró un juego de cuchillos y se presentó en el Asador Etxebarri con una frase que cambiaría su vida: “Hola, soy Miguel y quiero aprender el oficio.” Y vaya si lo aprendió. Lo que hemos comido hoy estaba sencillamente espectacular.
Y no solo eso: su recorrido profesional lo ha llevado a trabajar con algunos de los nombres más reconocidos de la alta cocina, como Ángel León en Aponiente, o en los restaurantes de Dabiz Muñoz repartidos por el mundo —Madrid, Londres, Dubái, entre ellos—, formando parte de equipos de excelencia en templos culinarios como DiverXO o StreetXO London.
Pero no es solo mi opinión: lo avala una trayectoria que incluye haber cocinado para grandes fortunas y empresarios que, aprovechando la parada del AVE en Tardienta, buscan precisamente eso: comer bien, con discreción y tranquilidad. Y lo respalda también su paso por cocinas al servicio de artistas y celebridades internacionales como David Guetta, Bunbury, Alejandro Sanz, Dan Bilzerian o Joaquín, entre otros.
Su cocina huele a fuego, suena a tradición y sabe a esfuerzo. En un mundo donde todo parece inmediato y prefabricado, encontrar a alguien como Miguel Galino —que ha hecho de la autenticidad su mejor carta de presentación— es, sin duda, otro regalo del azar.
Un regalo exclusivo que nos permitió, literalmente, disfrutar de una velada entre amigos: un intercambio de preguntas, reflexiones sobre la vida recorrida y muchas risas, mientras degustábamos los manjares cocinados. Entre ellos, un virrey que resucitaba a los muertos. Por momentos como estos, lo cierto es que me siento un privilegiado por la gente que el azar me ha permitido conocer.




Comentarios